La competencia en el universo de los bancos parece convertirse lentamente en una cuestión del pasado. El modelo Open Banking se centra exactamente en lo contrario: la construcción de ecosistemas, tanto con otras instituciones financieras como con terceras partes, y una fuerte impronta colaborativa.
La propia esencia de este fenómeno es la impronta colaborativa: se trata de la posibilidad de los bancos de compartir información y habilitar sus servicios para que puedan ser utilizados por otras organizaciones de forma tal que se produzca una sinergia: que el valor agregado de la nueva prestación sea mayor para el cliente que la suma de las partes.
Una filosofía win-win: para la entidad financiera es una oportunidad de atraer nuevos clientes, de adaptarse rápidamente a los tiempos que corren, de llegar con más capilaridad a un público más grande y de centrar verdaderamente las operaciones en las necesidades de los clientes. Para los usuarios, se trata de recibir mejores servicios, de tener una mayor oferta -lo que también permite acceder a mejores precios- y experiencias de mayor calidad.
En lugar de disputar un universo acotado de clientes, open banking permite “hacer crecer la torta”: acerca nuevos servicios a consumidores no bancarizados, que ahora podrán utilizarlos desde, por ejemplo, un marketplace de comercio electrónico, o a través de la factura de los servicios públicos altamente masivos, como la luz, el gas o las telecomunicaciones.
Nuevos modelos de negocio
Se detectan al menos tres grandes nuevos modelos de negocio. El primero es el de la agregación financiera, que se produce cuando dos o más entidades comparten datos para mejorar la visibilidad de un cliente y mejorar su experiencia general, o facilitarle el consumo de los servicios financieros.
El segundo es el de la integración de pagos, que se produce cuando a través de la interfaz de un sitio web se puede completar una operación financiera porque detrás está funcionando la infraestructura del banco.
Y el tercero es el combinado, que toma elementos de los dos anteriores para entregar al cliente una propuesta de mayor valor agregado y altamente personalizada.
Predominan los ecosistemas
Además, veremos en breve cómo proliferan los ecosistemas de colaboración en formatos BaaP (banking as a platform, donde el banco comercializa productos de terceros monetizando el canal de distribución del banco y complementando la oferta con valor agregado para el cliente) o BaaS (banking as a service, donde los bancos exponen sus servicios para ser consumidos bajo demanda en cualquier plataforma, incluyendo los canales de las terceras partes no financieras mencionadas).
Se trata de una tendencia incipiente en Latinoamérica: en 2020 se contabilizaron apenas 800.000 usuarios de open banking en toda la región, según datos del portal Statista. Para 2024, se espera que esa cifra haya crecido a 4,5 millones, un número relativamente bajo en comparación con lo que ocurre en otros puntos del mundo: ese mismo año en Europa serán casi 64 millones.
Un cambio progresivo
El cambio no se producirá de la noche a la mañana. Por un lado, deben cambiar algunas condiciones del contexto, como la aparición de nuevas regulaciones que promuevan y potencien esta innovación. Se trata de un tema complejo, ya que involucra la protección de datos personales altamente sensibles de los clientes bancarios, pero a nivel global se ven cada vez más avances que tarde o temprano continuarán implementándose en la región.
Pero también es necesario que los propios bancos atraviesen una transformación cultural que involucre una nueva manera de relacionarse con sus pares y con las terceras partes mencionadas, y que comiencen a adoptar soluciones tecnológicas de core que habiliten este nuevo paradigma. En ese segmento destaca SAP Fioneer, que apoya su propuesta en cuatro pilares: centricidad en modelos de ecosistema, excelencia operacional, satisfacción del usuario y sostenibilidad.
La competencia es parte del pasado. En la era del open banking se impone un neologismo en la industria: coopetencia.